El taoísmo es un sistema filosófico y espiritual milenario, nacido en China y cuyo principal referente es el sabio Lao Tse (s.VI.a.C). Su obra esencial se titula Tao Te Ching (El libro de la virtud del Tao).
El Tao es un concepto que intenta hacer referencia o señalar “aquello que no puede ser nombrado”, es lo eterno, el espacio sin forma, el vacío primordial, la esencia original, la fuente desde donde todo se manifiesta, la fuerza invisible que anima todo lo existente, la inteligencia suprema que está más allá de nuestra comprensión, el todo indiferenciado anterior al cielo y la tierra. El Tao también se traduce como el Camino, estar en el Tao es estar en armonía con el universo, con el orden natural (esto último se entiende como el permanente fluir o cambio de todo lo existente).
El retorno al origen y los seres reales
El ideal espiritual taoísta es el retorno a nuestra naturaleza esencial, al vacío original. Al retornar a esta primordialidad neutra, se trasciende la dualidad (lo bueno, lo malo) y se accede a nuestra verdadera naturaleza, por eso en el taoísmo se describe a los seres realizados como personas verdaderas o reales. Estas últimas están libres de deseos o aversiones, acceden a la calma auténtica comprendiendo la impermanencia de todos los fenómenos, sin identificarse con lo superfluo, con el mundo de las formas y las apariencias.
El no hacer (wu-wei)
Para los taoístas, integrarse al orden natural del mundo, implica no interferir en él, no intentar moldearlo o controlarlo, y para lograrlo practican el “hacer sin hacer”. Esto no significa pasividad o quietismo, sino que actuar sin apego al resultado de las acciones, libres de toda expectativa, confiando que este orden natural es perfecto. La acción humana se transforma así en la acción del Cielo, ya que se somete a la fuente de poder y permite que se manifieste la mente original, infinitamente sabia, universal y unificada.
